viernes, 28 de diciembre de 2012

Concertación Social, Pactos y Pasta.


La situación de crisis que vive España y la necesidad de ajustes/recortes a la que se ve sometida, una semana tras otra, en las reuniones de Consejo de Ministro,  que el Gobierno adopta en solitario  con fuerte contestación del conjunto de la sociedad y partidos, he hecho traernos a la memoria, de manera recurrente, la necesidad de un gran pacto con todas las fuerzas políticas, sindicales, sociales y un nuevo agente como lo son las Comunidades Autónomas, de manera que vuelva a repetirse la formula adoptada con éxito hace a 35 años con los Pactos de la Moncloa.

Aunque salvo por la gravedad del enfermo, el diagnostico de un momento y otro son muy distintos. En 1977 la economía española, en aquel momento la coyuntura económica era grave después de que la crisis del petróleo de 1973 alcanzara de lleno a España, a la que no había afectado tan rápidamente como a los países europeos considerados aliados de Israel por la OPEP. El desempleo, que durante el franquismo quedaba ocultado por la emigración a Europa, y que ahora en crisis no admitía, produciéndose en cambio el retorno de los emigrantes. La inflación había superado la frontera del 40% a mediados del año 1977, y se temía la posibilidad de alcanzar cifras de verdadera hiperinflación, como las que posteriormente sufrieron los países iberoamericanos. Se hablaba de fuga de capitales desde los últimos años del franquismo. Los empresarios, acostumbrados al corporativismo y al intervencionismo que presidía las relaciones económicas y sociales  recelaban de la nueva situación política y de los nuevos interlocutores sociales, los sindicatos de clase, que exhibían una retórica reivindicativa que, según como fuera entendida, a veces era tomada por revolucionaria. 

El diagnostico previo realizado magistralmente por el Profesor Fuentes Quintana, a la sazón vicepresidente del Gobierno También  planteaba todo un plan de saneamiento y reforma de la economía con 5 objetivos concretos: establecimiento de un cambio realista de la peseta, reforma fiscal con sentimiento social, moderación de las tasas de crecimiento salarial, especial atención al problema del paro, estimulo a la libertad económica de mercado.


Estos pactos permitirían en gran medida en el avance a una sociedad y economía más moderna, con grandes avances el la política económica, presupuestaría, monetaria, fiscal, laboral, en materia de seguridad social, en materia legislativa y social, incluso el posterior desarrollo del estado de la autonomías y la preparación para el ingreso años después en la entonces denominada CEE (Unión Europea).

Lógicamente el escenario era bien distinto tanto en el ámbito interno como externo, no solo por ser un país con unas estructuras arcaicas salido de la dictadura autárquica, sino por que no había alcanzado el grado de internalización actual, y donde la crisis global se trasladase a nuestro tejido económico como ahora lo ha hecho, también existía otro margen de maniobra interno para actuar sobre la política monetaria y fiscal, que quedó en manos de la Unión europea tras nuestra integración en 1986 y tras la implantación de la moneda única (el Euro).

Pero en esencia, y aunque tuviera efectos positivos en general, sobre la modernización de nuestro antiguo modelo productivo, que los tuvo, fue todo un modelo de concertación social que aglutinó a todos los partidos políticos, a las organizaciones empresariales y algunos de los sindicatos (CCOO principalmente), para sacar al país de una situación de fuerte crisis. El propio Marcelino Camacho  valoraba así los pactos de la Moncloa: “la importancia de los acuerdos adoptados el pasado año que, según sus manifestaciones, han servido para amortiguar el paso de la dictadura a la democracia por medio de la Constitución, desde el punto de vista macro político-económico ha sido algo inestimable, aunque hay que lamentar que el Gobierno no los haya cumplido íntegramente, como en lo concerniente al control de la Seguridad Social y al estatuto de la empresa pública”. Considerándolos altamente positivos, Marcelino Camacho objetó que la parte negativa fue el aumento del paro. Nicolás Redondo, aunque la UGT, no los firmó pero posteriormente también los recocería como la única opción posible en aquello momentos, aunque no hubo reparto de fondos públicos para los firmantes.



No obstante, si bien en aquellos momentos había gran margen de maniobra en determinadas variables de la política económica, por parte de los estados, para diseñar por si mismos salidas a una situación de crisis, con la integración en la Unión Europea, los países miembros han perdido gran parte de su autonomía, aunque no toda, pero en la medida que la política monetaria, fiscal y presupuestaria, ha quedado en manos de la Unión los márgenes son distintos.
Pero y a nivel de las Comunidades Autónomas hay o ha habido algún margen por si solas para, diseñar políticas independientes (netamente autónomas) que les permita salir de situaciones de crisis o atraso, que no vengan acompañadas de las macro políticas nacionales. Si tenemos en cuenta que la legislación laboral, fiscal, las grandes directrices en materia industrial, comercial, y por supuesto exterior están en manos del estado, y que el resto se encuentran residentes en la Unión Europea, ¿hay margen de cambiar la estructura productiva regional? En principio podríamos afirmar que margen hay, aunque limitado y a largo plazo, y lo ha habido con la ayuda de los fondos europeos, que ahora también empiezan a menguar.

La teoría económica así lo contempla, pero siempre condicionado por la coyuntura económica que es una variable que escapa al control de las autonomías, las CCAA pueden cambiar algo la estructura en el largo plazo a través de sus esfuerzos acertados y permanentes infraestructuras, realizando una labor activa a favor de sectores económicos y territorios,  favoreciendo la creación del tejido su empresarial y apoyándolo. En principio si en los tiempos de bonanza o ciclo alcista de la economía se crece por encima de la medía y en los recesivos, se decrece por debajo de la media o se han conseguido bases tan sólidas para no decrecer, situación alto improbable, la estructura de partida puede evolucionar hacia mayores niveles de desarrollo económico.

La Comunidad Autónoma de Andalucía, puso en marcha desde el inicio de su andadura un sistema de planificación regional, mediante la sucesión de una serie de planes económicos, que orientaran su política económica en el largo plazo para sacar a la región de su atraso relativo, aunque dichos planes fueron debilitándose en el tiempo, convirtiéndose mas en un ejerció metodológico en el que integrar sus actuaciones en materia de inversiones y orientar el presupuesto.

Posteriormente en los años 90, concretamente el año 1993 se pone en marcha una experiencia única en España, quizás basada en el espíritu de los Pactos de la Moncloa, y que se denominó Concertación Social. Mediante estos acuerdos tripartitos de la Administración Autonómica  con empresarios (Confederación de Empresarios de Andalucía) CEA y sindicatos mayoritarios UGT y CCOO, se pactaban o concertaban  sus políticas estratégicas de desarrollo, en ocasiones anticíclicas, en un clima de acuerdo y “paz social”, mediante la adopción de una serie de medidas de tipo social y económico, destinadas al desarrollo económico, empresarial y a la creación de empleo.

Después de 20 años de repetir esta iniciativa, con siete acuerdos, con distinta periodicidad, bianual o cuatrienal, se comprometieron en estos documentos un total de 42.800 Millones de Euros de fondos públicos, de los que algunas de las medidas acordadas han sido puestas en marcha por los firmantes, es decir CEA, CCOO  y UGT, con cargo a estos fondos.


El profesor de la Universidad de Sevilla Marcial Sánchez Mosquera, recientemente analizó en su tesis doctoral el impacto en el desarrollo de económico de Andalucía hasta 2008 de estos pactos, concluyendo con la valoración que su resultado “no invita a conclusiones triunfalistas, y que no ha servido en el largo plazo para cambiar el modelo productivo”. En este mismo sentido se manifiesta el Profesor Francisco Ferraro, quien califica estos acuerdos “de fracaso”, pues el análisis de la evolución del PIB/per capita, no permite otra valoración, quien además pone de manifiesto la escasa transparencia que las organizaciones firmantes han recibido fondo basados en dichos pactos. Pues si bien la Andalucía de los 80 no es la misma que la de 2012, tampoco lo son el conjunto de las CCAA españolas, con lo que después de 30 años de planificación regional y 20 años de Concertación Social, las diferencias en cuanto atraso relativo y falta de desarrollo económico apenas se ha modificado.


Seria una frivolidad y simplificación, afirmar que el conjunto de estos fondos, han sido gestionados por las partes no institucionales firmantes (CEA, UGT y CCOO), pero si es cierto que han recibido importantes partidas de los mismos, principalmente los destinados a formación, orientación profesional y empresarial y a creación de infraestructuras de apoyo al tejido empresarial. No se puede negar que esta aparente paz social, nacida de estos acuerdos, ha facilitado un clima en entendimiento, pero igualmente han convertido a estas organizaciones fuertemente subvencionadas en agencias semipúblicas. Ahora que la  financiación publica, las subvenciones y la ingente suma de Fondos Europeos de otros tiempos escasea asistimos, a como estas entidades están acometiendo fuertes reestructuraciones de plantilla con sus correspondientes ERES, teniendo que adelgazar sus sobredimensionadas estructuras, pagadas con estos fondos y que en modo alguno se han consolidado para subsistir por si solas.


En el horizonte de 2013, próxima la finalización del VII Acuerdo de Concertación parece que sigue siendo voluntad del gobierno bipartito de la Junta, renovar estos acuerdos, aunque con el titulo de Pacto Andaluz por el Empleo, y parecen quererlo hacer, por indicación de IU con una base social y política mas amplia, incluso se ha lanzado el guante al PP. Pero también por la parte sindical y como consecuencia de que  algunos sindicatos que han ganado en representatividad y alguna sentencia como CSIF reclaman también su sitio en la mesa.

Si se la cordura, que se desprende de los análisis realizados sobre la efectividad real de estos acuerdos se impone, y la realidad presupuestaria del momento muestra su cara restrictiva, habrá que pensar  que el escenario financiero de estos futuros pactos o acuerdos, será menos generoso que en el pasado, y a lo mejor las bondades defendidas por algunos de los firmantes no se ven tan claras, lo de contigo pan y cebolla no siempre fue cierto, y este año no toca pasta,  ya se sabe que cuando el dinero sale por la puerta el amor salta por la ventana.

Antonio Urbano Mármol
Economista,  Investigador y Profesor Honorario de la Universidad de Sevilla. 
Máster en Alta Dirección de Instituciones Sociales por el Instituto Internacional San Télmo.
Diplomado en Procesos y Planificación del Desarrollo (ILPES, CEPAL, IEHA)
Funcionario de los Cuerpos de Gestión Financiera y del Cuerpo Superior de Administradores Generales de la Junta de Andalucía.


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